Desde que me dijiste que habías tomado una decisión y que te ibas con ella no he dejado de pensar: ¿Qué hacer? ¿Qué se supone qué debo hacer con todo lo que me dijiste y con todo lo que sentí? ¿Qué verga hacer después de lo que pasó entre nosotros? La vida sería más fácil si no tuviera que verte diario.
A veces me dan ganas de aprovechar todo lo que sé de ti cual pinche loca y hacer de tu vida un puto infierno, pero al final sólo me pregunto ¿para qué? Ya sé que no voy a ganar nada de lo que yo quería haciendo eso, porque si las cosas no te salen o te va mal en la vida no será por mi culpa.
Sí, mi ego retorcido y herido desea mucho que te arrepientas, que las cosas no te salgan como las tienes idealizadas en tu mente, que te des cuenta que la cagaste, que un día despiertes y digas “Qué pendejo soy”, que me busques y me digas “¿Hola?” y mandarte a la mierda, que se te volteen las cosas, que ella sí resulte ser todo eso que me decías que te cagaba y que ahora dices que es lo que más amas…
PERO NO, esa parte de mí no es más fuerte que la que te quiso, la que te creyó, la que soñó contigo, la que quiso despertar a tu lado, la que suspiraba escuchando la canción de los ojos claros, la que te dijo que te quería, la que me puso súper nerviosa ese día que nos dimos el primer beso en mi carro. Ésa que no me dejaba sostenerte la mirada por lo mucho que me gustabas, ésa que mandaste al carajo porque a la mera hora, después de todo, ya no me quisiste.
Así que puedes estar tranquilo, jamás haría algo que te hiciera daño, pero ¿entonces qué puedo hacer?
Lo pensé mucho y un día hablamos. Te dije que todo podía seguir como antes, que fuéramos amigos y confidentes, que platicáramos, etc. ¿PERO QUÉ CLASE DE PENDEJADA FUE DECIRTE ESO? Claramente somos todo menos lo que fuimos. Partiendo de que ahora me tratas como los perros tratan al árbol que ya orinaron, vanagloriándose por haber saciado una necesidad y siguiendo su camino porque ya no lo necesitan. Antes estabas al pendiente de mí, de verdad se notaba que yo te importaba y no hablo en un plan de ligue, hablo como amigos, como se preocupa uno por las personas que quiere, estabas ahí, te hacías presente de mil formas, hasta con un pinche like o comentario en lo que yo publicaba y ahora, NADA. Ya me “orinaste”, ya qué chingados, ¿no?
A raíz de eso y de que neta me esforcé por ser de nuevo tu amiga y sonreír aunque por dentro me doliera todo, me bastó recapitular lo que vivimos en estos meses para llegar a la conclusión de que ya no quiero. Ya me cansé de ser “madura”, de ser “buen pedo”, de ser la que “puede con todo”, de “dejar pasar las cosas”, de minimizar lo que me duele, de hacerme la fuerte y de fingir cosas cuando no tengo la más mínima necesidad de hacerlo.
Estoy cansada y lo único que puedo y quiero hacer es alejarme. No, no quiero ser tu amiga otra vez, ni tener lo que teníamos, ni ser parte de tu vida. No es por orgullo, ni por dignidad, ni por esas mamadas que la gente usa para agarrar fuerza sin argumentos. No, nada de eso. Es simple y sencillamente por amor propio.
Sí, así de mamón como se escucha, porque si tú no tuviste reparo en entrar y salir de mi vida con una sarta de discursos incongruentes y volubles, sin detenerte un segundo a pensar en mí y en el daño que me ocasionarías o peor aún a sabiendas de ello, no eres alguien que quiera tener en mi vida, ni que merezca mi amistad, ni mi amor y mucho menos mi confianza.
Tal vez “perderme” te dé exactamente lo mismo, ¿y sabes qué? No importa, yo me voy tranquila, porque siempre fui honesta contigo, porque sinceramente te quise y nunca, jamás hice algo egoístamente que sólo me beneficiara a mí, siempre, siempre, SIEMPRE pensé en ti y lo sabes.
Quise darle otra oportunidad a lo que fuimos antes de todo este desmadre, de verdad quise hacerlo porque creo fielmente en las segundas oportunidades, pero también creo que ya he dado muchas en mi vida y ya no quiero, lo siento.
Suerte en todo, adiós.
No hay comentarios:
Publicar un comentario