Este año ha sido muy difícil. He vivido cosas que han marcado mi vida y aunque ahorita no logro verle el lado bueno a todas esas duras experiencias, sé que lo haré en algún momento.
Se acaba el año y se acaba de la peor manera porque habrá muchas silla vacías y porque no habrá euforia y emoción cuando el reloj marque las 12, se acaba el año y espero que con él se acaben muchas cosas que no me gustan.
El 2015 me enseñó cosas de mí que no me gustan y también otras de las que no me creía capaz, me ha llevado al límite, me ha obligado a ir de urgencia al hospital por el estrés y también hizo mejorar mis tiempos en las carreras. Me demostró que no soy tan fuerte como siempre aparento, pero que puedo lograr todo si me lo propongo. También me enseñó que me tiro mucho al drama y que la vida no es tan complicada. Me regañó de mil maneras y yo no quería hacerle caso. Me dijo en el oído que nada es para siempre y que no tiene nada de malo que las cosas se acaben o que las personas se vayan. Me hizo tomar decisiones que me negaba a tomar y me ha sacado más lágrimas que cualquier otro año. Me hizo crecer a fuerzas, a putazos, sin consideraciones. Me hizo darme cuenta que soy una huevona, desidiosa, quejumbrosa y lo odié por eso. También me enseñó plomería, música, ferretería, cocina, pintura y mil cosas más que seguro me servirán en el resto de mi vida.
Sí, no todo es tan malo tomando en cuenta que los logros son sólo el resultado de tantas caídas, porque los momentos difíciles son los que nos hacen crecer y este año me agarró del cuello varias veces y me tumbó sin misericordia en el suelo para darme la fuerza que necesito para empezar el próximo año.
El 2016 viene lleno de nuevos retos que me aterran, pero que al final, sé que no los pasaré sola y sé que seré capaz. Viene lleno de esperanza y de muchas ganas de retomar lo que me gusta, lo que sueño, lo que sé que puedo lograr.
Así que, a darle.
Bienvenido, 2016.